RANO RARAKU






Rano Raraku - Conocida como la fábrica de los moais, en este volcán se fabricaron estas enormes estatuas. Se pueden apreciar alrededor de 400 estatuas en distintos momentos de construcción y transporte, actividad que parece haber sido abandonada de un día para otro, sin que exista hasta hoy una explicación por este acontecimiento.

- Extraordinario volcán, posee una laguna interior de 1 kilómetro de diámetro y con 280 metros de profundidad, con una hermosa vegetación compuesta principalmente de totora y juncos. 
Museo Antropológico Padre Sebastián Englert - El museo alberga una interesante colección arqueológica y bibliográfica especializada sobre la cultura local. Destacan representaciones pictóricas, elementos religiosos, figuras talladas, así como el único Moai femenino.

 Los más de 600 moáis conocidos tallados por los antiguos rapa nui están distribuidos por toda la isla. La mayoría de ellos fueron labrados en toba del volcán Rano Raraku, donde quedan 397 moáis más en diferentes fases de acabado. Todo indica que la cantera fue abandonada repentinamente, quedando estatuas a medio labrar en la roca. Prácticamente todos los moáis terminados fueron posteriormente derribados por los isleños nativos en el período siguiente al cese de la construcción.

En un principio, estas estatuas gigantes llevaban también unos copetes o moños de piedra roja, llamados pukao, que pesan más de 10 toneladas, que se extraían en el cráter de Puna Pau, a veces muy lejos de las estatuas. Además, después debían ser levantados a la altura debida para colocarlos sobre las cabezas.1

En 1978, se descubrió que en las cavidades oculares se colocaban placas de coral a modo de ojos. Estos fueron retirados, destruidos, enterrados o arrojados al mar, en donde también se han localizado. Esto concuerda con la teoría que los mismos pobladores los derribaron, quizás durante guerras tribales.

Los primeros navegantes europeos que a comienzos del siglo XVIII llegaron a la Isla de Pascua no pudieron creer lo que estaban viendo. En esa pequeña área de tierra, descubrieron cientos de estatuas enormes sobre la superficie de toda la isla.
Significado






El significado de los moáis es aún incierto, y hay varias teorías en torno a estas estatuas. La más común de ellas es que las estatuas fueron talladas por los habitantes polinesios de las islas, entre los siglos XII y XVII, como representaciones de antepasados difuntos, de manera que proyectaran su mana (poder sobrenatural) sobre sus descendientes.

Debían situarse sobre los ahus (plataformas ceremoniales) con sus rostros hacia el interior de la isla y tras encajarles unos ojos de coral o roca volcánica roja se convertían en el aringa ora (rostro vivo) de un ancestro.

¿Quién construyó las estatuas?
Thor Heyerdahl es un entusiasta que defiende la idea de que las islas de la Polinesia fueron pobladas por indios americanos que navegaron desde Perú hacia el oeste. En 1947 hizo un viaje de 4000 millas desde Perú, que duró 102 días, hasta llegar al archipiélago Tuamotu. Heyerdahl sostenía que los navegantes americanos eran blancos caucásicos, inmigrantes no identificados del Mediterráneo, los “hombres blancos barbados”, que habían construido la ciudad de Tiahuanaco a 3800 metros de altura en los Andes.

Ellos habían viajado 2000 millas hacia la isla de Pascua donde erigieron cientos de gigantescas estatuas de piedra que representaban a los crueles y desdeñosos antepasados caucásicos. Las famosas estatuas de la isla de Pascua no fueron esculpidas por una raza olvidada que quedó sumergida por un gran cataclismo. Ningún hundimiento geográfico se produjo allí, sino que se formó por erupciones volcánicas y esta rodeada por un abismo de 1145 brazas de profundidad que se extiende por 16 kilómetros. Ninguna tierra pudo desaparecer y dejar tal depresión.

Otro argumento sostiene que sus colonizadores llegaron de la Polinesia. Para descubrir la remota isla de Pascua habrían debido derivar casi hasta la Antártida a fin de encontrar la corriente meridional y evitar la corriente de Humboldt que fluye hacia el oeste. En la isla existen diferentes grupos de estatuas.Doscientas setenta y seis hacen guardia en las laderas del volcán; trescientas están derribadas sobre los ahus que rodean los altos acantilados de la isla, otras están a lo largo de antiguos caminos, y 80 quedaron sin terminar.Estos grupos son diferentes; algunas que estuvieron montadas sobre plataformas funerarias son bustos enormes, sin piernas y a veces alcanzan a 10 metros de altura y 7,6 metros de circunferencia y pesan 20 toneladas; tienen un cilindro, un rojo copete de 1,8 x 2,4 m y se supone que estos “sombreros” fueron extraídos del cráter del volcán Rano Roi.
Se diferencian de las otras por tener los ojos abiertos y estar mirando a la tierra, de espaldas al mar. Las estatuas que aterran son las que están en las laderas del Rano Raraku. Sus narices se vuelven hacia arriba y sus delgados labios se proyectan hacia adelante en un gesto de burla y desdén. Carecen de ojos y las proyecciones descendentes a los costados pueden representar orejas alargadas o una prenda para la cabeza. Tienen entre 5 y 8 metros de altura, la más grande es de veintidós metros y la más pequeña de tres.

Tres investigadores notaron estilos distintos que suponen dos períodos de construcción ¿Cómo fueron transportadas y erigidas? Este es un enigma para el que no se ha encontrado ninguna respuesta satisfactoria. Los isleños carecían de madera (si se pudiera pensar en posibles rodillos) y cuerdas de izar.Aún más oscura es la cuestión del modo en que se erigieron los copetes sobre las cabezas de las estatuas.

Tanto las leyendas de los isleños como los estudios realizados son insuficientes para identificar a sus constructores. A lo sumo se puede decir que esas estatuas tienen cierta afinidad con las de Perú, aunque hay otros elementos de la cultura peruana que eran desconocidos en la isla de Pascua. Heyerdahl no consiguió convencer a los etnólogos ortodoxos con su teoría del origen sudamericano de las culturas del Pacífico. El quid del problema parece residir en el repentino cese de la construcción de las estatuas después de las masacres de las Orejas Largas. La construcción parece haber sido iniciada por una raza desconocida, los “otros”, que obligó a los inmigrantes polinesios a trabajar en una tarea inútil. La verdadera historia de la isla probablemente se perdió en 1862 cuando los hombres que entendían las tabletas de Rongo-Rongo, y que habían memorizado las tradiciones orales, fueron llevados al Perú. Veinticinco años más tarde la isla pasó a dominación chilena.
Fascinantes vestigios de una civilización antigua poco conocida, estas grandiosas efigies son diferentes a aquellas que las demás islas del Pacífico, y los pascuenses mismos olvidaron su significado. El primero en verlas es el navegante holandés Roggeveen. El día de Pascua de 1722, desembarca en esta isla de origen volcánico, árida y pobre, que constituye el vértice extremo de la Polinesia. La fecha da su nombre a la nueva tierra.

 SEISCIENTAS ESTATUAS DE PIEDRA VOLCÁNICA

Muchas veces llamadas "cabezas" o "bustos", las estatuas de la isla, los moai, cuya estatura varía de 1 a 21 metros, representan sin embargo una silueta entera. Pero los rostros son tan desproporcionadamente grandes que el resto del cuerpo pasa inadvertido. Se contabilizaron alrededor de 600. Fueron talladas en toba, roca del volcán Rano Raraku. En la cantera excavada en la ladera del volcán se encuentran hasta 200 estatuas no terminadas, sin que se sepa la razón del abandono de esta gigantesca obra. Las más antiguas parecen tener entre 2500 y 2800 años.  Los moai pueden agruparse en dos categorías. Los primeros se yerguen sobre la ladera del Rano Raraku y están recubiertos de símbolos. Los segundos, adornados originalmente con unos sombreros cilíndricos llamados pukaos, fueron colocados sobre altares (los âhu: muros paralelos a la costa, de una altura de cinco metros) de espaldas a la playa. Fueron tumbados durante las guerra tribales del siglo XVIII.  En 1978, al arqueólogo pascuense Sergio Rapu descubre en el suelo inmensos ojos de coral blanco y de toba roja, invalidando la teoría según la cual las órbitas oculares de las estatutas habrían sido dejadas vacías a propósito.




















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